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Las
difíciles condiciones a la que se vieron sometidos los obreros, como los bajos
salarios, la mala alimentación, el hacinamiento, las pésimas condiciones
higiénicas y la difusión de epidemias de tifo y cólera, dieron origen a una
serie de manifestaciones espontáneas y, muchas veces, violentas de los
trabajadores.
El Movimiento Obrero: Al ver que sus condiciones laborales
eran comunes a todos y que los oponían a sus patrones, los trabajadores tomaron
consciencia de que eran una clase social independiente, con unos intereses
propios. Así, se empezaron a organizar en asociaciones
y sindicatos, que reclamaban una mejor calidad de vida.
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Asociaciones: El parlamento británico prohibió en
1799 todo tipo de organización de los trabajadores, sin embargo, en algunas
ciudades industriales se organizaron asociaciones locales de un mismo oficio.
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Sindicatos: En 1824 se reconoció el derecho de
libre asociación, lo que permitió el nacimiento de los primeros sindicatos. Los
sindicatos empezaron a utilizar la huelga
como mecanismos de presión para alcanzar sus exigencias laborales, sin embargo,
se encontraron con la resistencia de los empresarios y la represión del
gobierno.
Primera Internacional: Los avances en el sindicalismo y la
formación de la Asociación Internacional
de Trabajadores en 1864 impulsaron la organización de los obreros europeos.
En el Manifiesto de la Internacional, Karl Marx proclamó que
los proletariados de todo el mundo debían emanciparse y conquistar el poder
político.
Entre los principales puntos tratados en la Primera Internacional
se destacan: la necesidad de una acción unitaria del proletariado y la
organización de la clase obrera, la lucha por la emancipación económica y por
la abolición de la sociedad clasista, la abolición de la explotación infantil,
el mejoramiento de las condiciones laborales de la mujer, la solidaridad
internacional obrera y la huelga como instrumento de lucha.
Tomado de: Santillana (2010). Hipertextos Santillana Sociales 8. p 27
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